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2015-07-27 |
Una sociedad atomizada |
En México nos estamos acostumbrando a las atrocidades. Los muertos se suman ya sea víctimas de la delincuencia organizada o de las fuerzas del orden. Pueden ser adultos, jóvenes o niños; hombres o mujeres; mexicanos o extranjeros, pero siempre son vidas truncadas, familias que lloran, muertes que no debían ser. Lo peor es escuchar los comentarios que producen estas muertes en redes sociales. Sea cual fuere el caso, existe un afán de culpar a los muertos o sus familias. Si son niños, que para qué los llevaban a exponerse al peligro, aunque las balas entraran en sus propios hogares; si son hombres, el estúpido “algo deberían”; si son mujeres, que seguramente ellas se ponen en peligro. “Ya tienen sus mártires”, se repite con nauseabunda frecuencia. “Si fueran tan buenos (o estuvieran en sus casas, o si se dedicaran a estudiar) no les hubiera pasado nada”, es otra constante. La gente vive en una fantasía hedonista e individualista para la que cualquier otra vida es poco más, o poco menos, una ficción, en la que las demás personas no lo son, sino que son personajes cuyas vidas no tienen mayor sentido que aparecer en las noticias. La solidaridad y la empatía se cuentan entre las víctimas del estado de terror en el que estamos sumidos; un estado de terror que se siente, pero no se analiza, y conforma una sociedad atomizada en el que los individuos se centran en sí mismos y dejan que las cosas pasen. |