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2016-10-31
Se llama Ilich Cuellar, es mi amigo y hoy tuvo que huir de Tamaulipas
Es fácil hablar de oídas. O de lejos. Pero, de golpe, la violencia tocó a la puerta de mi amigo Ilich Cuéllar y esta vez ya no es otro periodista mexicano que debe dejar su patria chica y su labor profesional por miedo a ser otro nombre en la lista de difuntos del periodismo mexicano.

Esta vez no es un conocido de un conocido o un colega que entrevisté una vez o alguien que pude conocer en las tertulias del Covadonga. Ilich Cuéllar es mi compañero de maestría en Periodismo Político de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Y saber que mi cuate, mi amigo de pedas, estudios y pláticas, tuvo que huir precipitadamente de su casa este sábado 29 de octubre porque alguien difundió, en Twitter y en Facebook, amenazas contra él y sus progenitores -toda una saga de periodistas de Ciudad Victoria, Tamaulipas- no solo me bronquea, y mucho, sino que me recuerda el abandono en que estamos todos en este país de opereta donde abundan los derechos de papel pero la vida sigue sin valer nada.

Así que te contaré un poco, amable lector, lo que le está sucediendo, en sus propias palabras, a esta familia de reporteros. Parto de la presunción -absurda, creo- que lo que yo y otros colegas escribamos tendrá como efecto alguna medida de protección del Estado mexicano pero no me quedan muchas seguridades en este aspecto. Pero, cuando menos, intentaré que el asunto no quede en el olvido.

Ilich Cuéllar, un periodista amenazado

Esta es la historia narrada por mi amigo en su muro de Facebook:

Buenos días, amigos y amigas de Facebook.

El día de hoy me dirijo ante ustedes para aclarar una situación tan desagradable como inesperada:
el pasado sábado 29 de octubre, apareció y fue difundida en redes sociales, una amenaza contra mi, donde se me involucra a grupos que protagonizan la violencia. Es información dolosa y falsa.

En dicho texto, incluyeron una imagen mía, al tiempo que extendían la amenaza contra mi familia, a la que también se le achacan otras tantas injurias.

Nunca he sido partícipe de actividades ilegales, ni yo, ni mi familia. No conozco a las personas con las que se me pretende relacionar. Siempre he sido una persona que ha estado del lado de la ley, del orden y de la paz.

La información difundida mancha mi imagen como persona y periodista.

Ustedes me conocen, soy una persona tranquila, abierta y transparente, dedicada a su trabajo, sin hacer daño a nadie, sumergido en mis pasiones, que son la lectura, la escritura, la música y los deportes. Mi familia por igual, tiene una reputación intachable, que se han labrado con años de duro trabajo e infinidad de sacrificios.

Ante los riesgos que se nos han presentado, hemos tenido que proteger nuestra integridad ante eventuales situaciones indeseables. Nuestra seguridad y la de los nuestros es primordial.

Deseo que la libertad y la verdad se impongan lo más pronto posible.

Ni yo, ni mi familia, ni ningún ciudadano honesto puede ser manchado y calumniado de esta forma.

Saludos.

Ilich Cuéllar



Su madre, la periodista Rosa María Rodríguez Quintanilla, también expuso su dolor, su rabia y su medio en esta red social y el padre, Francisco Cuéllar Cardona, escribió una columna en el periódico que ha sido, por años, su casa, el Expreso de Ciudad Victoria.

Periodista amenazada por el narco en Tamaulipas
Reflexiones de Rosa María Rodríguez Quintanilla en su Faebook personal:

Publico el texto completo del padre de Ilich porque es una clara exposición de las razones que han llevado a la familia Cuéllar a abandonar precipitadamente Ciudad Victoria, esta capital política de Tamaulipas que desde hace tiempo fue abandonada por el Estado -gobernadores, policias o funcionarios- que sol ose aparee en helicóptero desde la fronteriza McAllen en la siempre segura Texas que surte las haciendas para los corruptos (y los traficantes) y el flujo de armas -ligeras y pesadas- que cubre las necesidades del crimen organizado. Desde este lugar de silencios forzos, retratado en este excelente reportaje de Animal Político, bastan y sobran estas palabras.


Testimonio del periodista Francisco Cuéllar Cardona


Fancisco Cuéllar Cardona, padre del periodista Ilich Cuéllar
Última columna del periodista tamaulipeco amenazado, Francisco Cuéllar Cardona.

Desde hace 35 años ejerzo el periodismo con la estricta responsabilidad que éste oficio exige; 22 de ellos, aquí en mi casa Expreso, al que me ha tocado ver crecer y convertirse en uno de los medios más importantes del noreste del país.

Durante todo este tiempo he vivido y he experimentado todas las alegrías y sobresaltos que éste oficio te regala. En 2008, cuando la violencia empezaba a sacudir el Estado, padecí en carne propia sus efectos, luego en eventos posteriores supe que el trabajo de todos los periodistas en Tamaulipas es de muy alto riesgo y que nuestro gremio como toda la sociedad estamos expuestos.

Éste sábado, ocurrió algo insensato y desagradable: mi hijo mayor, mi esposa y un servidor fuimos atacados y amenazados en las redes sociales. De forma tendenciosa y falsa nos vinculan a hechos ilícitos de los cuales somos totalmente ajenos.

Mi hijo ha sido educado con valores y jamás ha participado en actos que nos avergüencen; es un joven sano dedicado a su trabajo, sin hacer daño a nadie. Y no conoce a ninguna de las personas con las que se le pretende vincular. Mi esposa, tiene una trayectoria periodística intachable a lo largo de 27 años y está registrado en el estado, en el país y en el mundo que ha luchado siempre por los derechos humanos de las mujeres (actualmente es Coordinadora de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género ) y un servidor, que siempre me he conducido con ética, con honestidad y con responsabilidad en mi tarea de informar.

Cuando he ejercido la crítica, siempre la he sustentado con pruebas y profesionalismo. Los temas de inseguridad los he abordado con prudencia, sin exponer a la empresa a la que pertenezco, ni a mis compañeros de trabajo; menos a mi familia. La credibilidad es el valor más alto para quien ejerce el periodismo y a eso me he apegado siempre. Mi historia profesional es del dominio público.

Como familia nos hemos ganado un respeto entre el gremio gracias a nuestro trabajo y ante los ojos de la opinión pública hemos sido transparentes y jamás hemos hecho cosas que pongan en entredicho nuestra imagen y seriedad.

Por eso nos deslindamos por completo de esa información mezquina que circula en las redes sociales. Ignoro cual sea la intención y el origen de estos actos. Por eso he decidido poner a salvo de cualquier riesgo a mi familia y el mío propio.

Ante los hechos, he tomado la decisión de hacer una pausa temporal en este trabajo que es mi vida y mi pasión, pero en este alto obligado, quiero proteger a mi familia de cualquier eventualidad desagradable y les aviso que volveré hasta cuando crea que existen las condiciones para hacerlo.

No faltará quien puede alegar esta puntualización, como una acción de protagonismo o que esto pudiera parecerle una situación intrascendente; el caso es que como están las cosas tan complicadas en materia de seguridad no hay nadie que garantice, ni nos dé la certidumbre de que estamos exentos de una situación de riesgo.

Los mecanismos y protocolos ante amenazas como ésta, nos indican que primero está la seguridad de la familia y la propia y a ellos nos vamos a ajustar.

A todos nuestros amigos, al gremio periodístico y lectores que nos han patentizado su solidaridad, muchas gracias. Nos vemos pronto.

Poco se puede añadir. El único protocolo que existe es poner pies en polvorosa para evitar que tras la calumnia llegue la bala.

Mi amigo Ilich Cuéllar


Esta es la historia -urgente y desgarradora- que debo contar sin muchos aditivos. Pero como bien dije al principio, Ilich no es un estereotípico periodista norteño sino mi amigo personal. Y no quisiera que este texto se perdiera en la avalancha de nombres que, bajo un mismo relato fatalista, forman un collage de impunidad sin fin. No. No me gusta eso. Me gusta que vean la imagen que abre este texto: la terraza de una cantina famosa frente a la Alameda chilanga en una tarde de sábado, rodeado des esta banda demente y jovial que éramos los compañeros de una maestría que, al terminar las clases, retomaba lo mejor de cualquier carrera: la íntima camadería de los días que construimos juntos mientras hacemos tareas, discutimos de cualquier cosa y celebramos libaciones colectivas (también llamadas pedas cheleras).

Hay más como Ilich en la foto, desde Rubén hasta Yara pasando por Nora o Gomi. Y muchos más. Cada nombre es un pase de lista. Porque me importan. Son mi tribu. Y no soporto la idea que alguien pueda dañarlos. Así que en vez de esgrimir tópicos y lamentos sobre este imposible histórico llamado México, yo no dejo de pensar en mis mexicanos concretos y reales. Esos que, como Ilich Cuéllar, son mis cuates. Y tanto como quiero que alguna bendita instancia federal tome cartas en el asunto -o que la defensa de la familia Cuéllar resuene fuera de esta bananera república- tambien quiero que quien me lea conozca un poco a mi amigo.

Así que hice mi galería personal de Ilich Cuéllar para que no olvides, estimado lector, que mi amigo tuvo que huir de su amada Tamaulipas porque en este lugar donde nada pasa -y el narco manda- todos viven en terror. Y yo digo que no está bien que esto le pase a mi amigo.

Y no sé que más hacer porque también sé -y duele decirlo- que vive en tierra ocupada y dudo que pueda volver pronto a su casa. Porque de momento y hasta nueva orden, en el Estado de Tamaulipas la vida no vale nada.
 
 
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