Reportaje
Políticas de género no atienden maltrato emocional
Por: Anaiz Zamora Márquez
CDMX.-: Sin medidas de prevención ni castigo a los agresores. / Agencia
CDMX / 2015-09-01 10:32:20.- Especialistas en salud mental y organismos internacionales coinciden en la importancia de prevenir y atender la violencia psicológica –maltrato verbal o humillación, entre otras acciones–, ya que tiene graves implicaciones para la salud femenina e incluso puede conducir a la muerte.

Pese a ello y a que las leyes mexicanas reconocen este tipo de violencia como una de las formas de agresiones de género, no hay medidas de prevención ni de atención específicas.

La Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2011 revela que cuatro de cada 10 mexicanas (43.1) han sido “humilladas, menospreciadas y encerradas. Se les han destruido sus cosas o han sido amenazadas con correrlas de casa o quitarles a sus hijas o hijos, y en algunos casos han sido amenazadas con un arma”.

Una muestra de lo difícil que es para las víctimas de violencia psicológica tener atención adecuada y una respuesta de las autoridades es la historia de “Marta”, vendedora independiente de cosméticos de 43 años de edad.

Durante los 21 años que estuvo casada escuchó reclamos, reproches y humillaciones de su esposo, que –afirma Marta– terminaron con su autoestima, limitaron la posibilidad de que tuviera un plan de vida, y le dañaron su salud.

“Yo era muy joven cuando nos casamos (21 años); me prohibió trabajar; afortunadamente él tenía un buen sueldo y el dinero era suficiente; nunca me golpeó, pero todos los días cuando (él) volvía de trabajar me comparaba con otras mujeres, me gritaba, me decía que no servía para nada, que me veía mal, que era fea, que se arrepentía de haberse casado conmigo; todos los días se me hacía un nudo en la garganta y me sentía muy triste”, relata.

Marta enfermaba seguido de gripa y a diario tenía molestias estomacales. Cuando su esposo la tildaba de “achacosa” le daban dolores de cabeza que atendía con pastillas auto recetadas.

MUERTE LENTA

Alejandra Buggs Lomelí, psicoterapeuta y directora del Centro de Salud Mental y Género, explica que las diferentes manifestaciones de violencia “generan síntomas físicos y emocionales que destruyen paulatinamente los recursos físicos y emocionales de quienes reciben estas agresiones cotidianamente”.

La experta indica que las primeras repercusiones son la falta de concentración, olvidos, dificultad para expresarse o incluso confusión mental cambiando el orden de las palabras.

A largo plazo –abunda– se manifiestan estados de ansiedad y depresión, que muchas ocasiones son tratados con sedantes y antidepresivos, lo que aumenta la incapacidad de la mujer para defenderse y pensar en salir de esa relación destructiva, mientras que otras mujeres presentan mareos, dolor de cabeza, gastritis, diarreas, vómito, contracturas y dolores musculares que se diagnostican como “fibromialgia”.

Cuando empeoró el estado de salud de Marta, con dolores que no se quitaban con medicamento, decidió experimentar con otros tratamientos. Por “la tristeza” que padecía asistió a una asesoría psicológica en la Unidad Coyoacán del Instituto de las Mujeres del DF, donde comprendió que lo que ella consideraba como “normal”, en realidad era violencia.

“Quise pedir ayuda y poner una demanda por violencia familiar; aunque no me pegaba, le tenía miedo, creía todo lo que decía de que ‘yo sin él no era nadie’ y que si me iba ‘mis (tres) hijos y yo nos moriríamos de hambre’, pero en el Ministerio Público no me creyeron que yo era agredida todos los días”, señala.

Para presentar una denuncia por violencia se requiere que la víctima tenga marcas visibles de los golpes recibidos, y no se retoman las definiciones sobre los tipos de violencia de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

El artículo sexto de la norma señala que la violencia psicológica “es cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica, que puede consistir en negligencia, abandono, descuido reiterado, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, indiferencia, infidelidad, comparaciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio”.

VIVIR CON MIEDO

La doctora en Psiquiatría María Isabel Barrera Villalpando, del Instituto Nacional de Psiquiatría, explica que las enfermedades, trastornos y manifestaciones psicológicas tienden a minimizarse o a no reconocerse.

Por ejemplo –precisa– la depresión “se piensa como una simple tristeza”, cuando en realidad puede representar un riesgo para la vida de las mujeres, ya que puede conducir al suicidio.

Priscila Rodríguez, directora de la Iniciativa para los Derechos de las Mujeres en las Américas de la organización Disability Rights International, añade que la falta de atención y prevención se debe a que México está sumamente rezagado en el reconocimiento de la importancia de la salud mental.

Así por ejemplo, apenas el 1 por ciento del presupuesto en salud se destina a la atención de la salud mental.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), para algunas mujeres los insultos y el maltrato emocional “quizá sean más dolorosos que los ataques físicos, porque socavan eficazmente la seguridad y la confianza de la mujer en sí misma”.

En un artículo sobre violencia y salud, la OMS advierte que “un solo episodio de violencia física puede intensificar enormemente el significado y el impacto del maltrato emocional. Se ha informado que las mujeres opinan que el peor aspecto de los malos tratos no es la violencia misma sino la ‘tortura mental’ y ‘vivir con miedo y aterrorizada’”.

El último informe del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe –elaborado por la Cepal– da cuenta de que los esfuerzos de los países por atender y sancionar la violencia contra las mujeres se han centrado en la sanción a los agresores, o en la creación de centros de atención a víctimas, y no en la erradicación de las causas que perpetúan este flagelo.