Miguel Tirado Rasso / Temas Centrales
2016-12-23
El Cuau y su aventura política.
El siete de junio de 2015, los habitantes de la ciudad de la eterna primavera sellaron su destino. En una búsqueda desesperada por encontrar, no digamos ya al hombre justo y honesto, como infructuosamente lo pretendía el filósofo griego Diógenes, sino simplemente a quien pudiera resultar una mejor alternativa de gobierno, una esperanza para impulsar el muy aplazado desarrollo económico y turístico de una entidad que se ha perdido en el abandono y la inseguridad, los cuernavaquenses decidieron elegir, para su presidencia municipal, a un personaje totalmente ajeno a la política, pero eso sí, bueno para el futbol.

De esta manera, para sorpresa de propios y extraños, porque seguramente hasta a quienes se les ocurrió contratarlo como su candidato para salvar el registro de su partido local, el Social Demócrata, el resultado de la elección habría superado sus expectativas, Cuauhtémoc Blanco, se convirtió en el alcalde de Cuernavaca, y entonces comenzó la pesadilla para los morelenses de esa capital.

Dicen que lo que mal comienza, acaba mal. Resulta que la motivación para que el Cuau decidiera lanzarse como candidato a la presidencia municipal, no fue precisamente su vocación de servicio o su interés por contribuir a la mejora de Cuernavaca y su gente. No, lo que lo llevó a pisar terrenos desconocidos fue algo más prosaico pero seductor, siete millones de pesos. Como en sus buenos tiempos, el ex jugador vendió bien su ficha, lo que, si bien, éticamente no es para presumir ni resulta políticamente correcto, no parece que legalmente haya estado impedido para hacerlo.

Pero resulta que, por alguna razón que se desconoce, aunque bien la pudiéramos imaginar, sus promotores, los dirigentes y dueños del partido político que lo postuló, tuvieron sus diferencias con el alcalde, ya en funciones, y decidieron hacer público el negocio, perdón, el contrato celebrado con el ex crack, con ánimo de exhibirlo en su verdadera dimensión. Un acuerdo en el que todas las partes ganaban. El candidato se llevaba los millones, sin más compromiso que el de permitir que explotaran su popularidad para aportar los votos suficientes para conservar el registro del PSD, con lo que sus dirigentes aseguraban las prerrogativas que, por ley, le corresponderían y, así, todos ganaban. A fin de cuentas, el único interés era monetario.

El problema surgió cuando Cuauhtémoc ganó la elección, porque los intereses y la ambición se desbordaron y, entonces, no sólo se dificultó la posibilidad de un acuerdo entre las contrapartes originales, sino que las diferencias rebasaron la esfera municipal hasta llegar a la de los poderes judicial y legislativo del estado que, vía la revocación de mandato y el juicio político, han intentado destituir al alcalde. Solo la protección de la Suprema Corte ha impedido que se cumpla esta amenaza, al ordenar se suspenda la ejecución de la resolución final de aquellos procedimientos (la revocación de mandato y el juicio político), hasta que este tribunal resuelva el fondo del juicio.

El futuro del ex futbolista es incierto, aunque la suspensión de la Corte le dé un respiro quizás hasta de un año. El tema es que, ahora se alega que Cuauhtémoc falsificó documentos para poder participar en el proceso electoral, ya que no cumplía con el requisito de residencia que establece la ley, algo que en un principio no pareció importarle a nadie, además de acusarlo de ausentismo, y por ahí se le trata de destituir, pero en el fondo hay algo más.

Se dice que este personaje pretende postularse para la gubernatura del estado en 2018, y esta pudiera ser otra razón por la cual los ataques se le han multiplicado. Lo que queda claro es que nadie puede cumplir con una función tan delicada como la de gobernar, mientras tiene que estarse defendiendo de acusaciones ciertas o inventadas. Huelgas de hambre, desafíos y toda clase de balandronadas, no contribuyen a cumplir con la responsabilidad del cargo que sus lectores le encomendaron.

En todo este affaire, la única que sale perdiendo es la población de la capital del estado, que tiene que seguir padeciendo las fallas, omisiones y errores de una autoridad municipal distraída por temas de supervivencia, metida en múltiples escándalos, más preocupada por salir airosa de los cargos que le imputan y por la ambición de un futuro político, que por asumir y cumplir las responsabilidades de su cargo.

Con esa clase de candidatos independientes nuestro sistema político no va a mejorar. Habrá que ser cuidadosos a la hora de votar y tener muy en cuenta estos tropiezos y escándalos, agravados por el desconocimiento en el arte de gobernar, la inexperiencia política y la falta de responsabilidad. Y es que, la popularidad de los personajes no es garantía de buen desempeño.
 
 
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