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2018-03-12
Tiempos de Furia
Entre la era progresista de Upton Sinclair (1878-1968) y los tiempos posmodernos de Robert Parry (1949-2018), la industria del periodismo vivi贸 un ciclo largo de consolidaci贸n, hegemon铆a y decadencia que se atribuye, generalmente, a una misma ra铆z: la emancipaci贸n del consumidor de noticias que hoy no requiere ya de la mediaci贸n de la gran prensa para organizar su perspectiva del mundo. Entre burbujas de filtros y c谩maras de eco, el sesgo cognitivo de las audiencias (segmentadas hasta el infinito) inhibe la fuerza de control de los medios que, anta帽o, controlaron el relato de Occidente. Traicionados y ofendidos por un reguero de odiosos amateurs, (youtubers, influencers, trols y otras especies) que seleccionan, editan y distribuyen informaci贸n por v铆as horizontales, gratuitas y accesibles, la gran prensa desprecia a los prosumidores del siglo XXI y prefiere imaginar (am茅n de denunciar) que en el reino de las Fake News todo se maneja desde el Kremlin.

Y en esa neblina de nostalgia y resentimiento est谩bamos metidos cuando se muri贸 Robert Parry (1949-2018), uno de los grandes periodistas de investigaci贸n de Estados Unidos, quien obtuvo un discreto obituario de aquellos que lo calumniaron en la euforia inquisidora del Russiagate. Y es que en el New York Times o el Washington Post, el respeto solo llega con la muerte.

Robert Parry en sus contexto

La historia de Robert Parry resume las promesas rotas del cuarto poder, una instituci贸n social que nunca represent贸 el sue帽o de la publicidad ilustrada, o esta capacidad, primero burguesa, luego proletaria, de revelar las trampas de la dominaci贸n y sus revestimientos hip贸critas (Habermas, 1981). De la divina autoridad de los reyes a la mano invisible del mercado, la funci贸n de una prensa libre siempre fue publicitar aquello que el poder constituido quer铆a esconder promoviendo la vocer铆a de todos los excluidos de la acci贸n pol铆tica. Una prensa al servicio del pueblo. Esa era la promesa de la esfera p煤blica. Y por momentos -en los peri贸dicos obreros de la Inglaterra victoriana, en la prensa migrante de Nueva York o en las cooperativas de Lib茅ration o La Jornada- pareci贸 posible.

matanza

Pero la prensa cr铆tica termin贸 siendo m谩s espejismo que realidad. Los peri贸dicos independientes del siglo XX nacieron para servir a sus anunciantes e integrar las d铆scolas masas en el consenso del poder (Park, 1922) y aunque este esquema pareci贸 derrumbarse en la marea sesentera, fue algo coyuntural. En aquellos a帽os de ira y pasi贸n, una mir铆ada de luchas -contra Vietnam, por los derechos civiles y en favor del socialismo democr谩tico- devolvi贸 al periodismo la ilusi贸n de ser, otra vez, rabioso guardi谩n de las libertades p煤blicas. La secuencia investigativa de la masacre de My Lai (1969), los Papeles del Pent谩gono ( 1971) o el caso Watergate (1973) marc贸 por siempre a una generaci贸n de j贸venes reporteros porque todo aquello promet铆a ser algo m谩s que un ejercicio de transparencia.

Para la generaci贸n de Robert Parry era verdad revelada que la investigaci贸n period铆stica, m谩s all谩 de evitar el abuso de poder, deb铆a frenar la espiral de guerra, destrucci贸n y muerte que amenazaba, incluso, los cimientos de una democracia agonizante vaciada, literalmente, de la presencia y la agenda de las clases subalternas y los enemigos -m铆ticos o reales-de Estados Unidos. Se trataba de impedir que el discurso de la Guerra Fr铆a dominara, de nuevo, la opini贸n p煤blica. Y fue ese ambicioso 茅lan vital el que permiti贸 a aquellos j贸venes irados vincular los motines de Detroit con los bombardeos de Saig贸n y convert铆a el periodismo en una barrera total contra la colusi贸n de los fuertes y la desesperaci贸n de los d茅biles. Destello de esta ilusi贸n fue la serie Lou Grant que yo ve铆a, doblada al espa帽ol, en mis tiempos de adolescente. Y digo destello porque aquella serie, cancelada en 1982, fue la cola de un cometa cuyo rastro se desvaneci贸 en la c贸mplice banalidad de los ochentas. Quiz谩s esta sea la raz贸n que los estudiantes de Ciencias de la Comunicaci贸n en Bellaterra no supi茅ramos, a finales de los ochenta, quien era Robert Parry.


Periodismo capitalista o por qu茅 la verdad no es asunto de los medios


La historia de esta derrota anunciada del periodismo de investigaci贸n peca de circular. Y viene de lejos, Y de nuevo re煤ne, en forma extra帽a, las biograf铆as de Upton Sinclair y Robert Parry a trav茅s de un actor permanente del ecosistema medi谩tico: Associated Press. The Brass Check. A Study of American Journalism (1919) Aquel recuento de infamias lo public贸 por su cuenta y riesgo el propio Upton Sinclair para retratar la responsabilidad de la gran prensa en el sistema de corrupci贸n financiera y terror paramilitar que form贸 la saga de los Baron Robbers (Carnagie, Rockefeller, Morgan, Gould, Vanderbilt o Melon).

The brass check upton sinclair

La premisa era clara: 鈥渆l periodismo estadunidense es una instituci贸n de clase que sirve a los ricos y menosprecia a los pobres鈥 (p谩g. 143). Pocos recuerdan hoy en d铆a la traducci贸n que hiciera en 1961 Gregorio Selser bajo el combativo t铆tulo de La ficha de bronce (la prostituci贸n del periodismo), pero cabe remarcar la importancia de la cadena de pruebas que el libro de Sinclair aport贸 sobre las ocultaciones y distorsiones que Associated Press promovi贸 en sus cables de 1914 para impedir que el gobierno federal mediara en favor de los mineros de Colorado. La desinformaci贸n de la primera agencia de Estados Unidos determin贸 la suerte de 13 mujeres e hijos de carboneros, asesinados a bocajarro tras el asalto de la Guardia Nacional a un campamento de huelguistas un 20 de abril de 2104 en la que fue conocida como la matanza de Ludlow.

El libre flujo de informaci贸n para los peri贸dicos de Estados Unidos se convirti贸 en un 鈥渕uro de concreto鈥 (The Brass Check. A study of American Journalism , p谩g. 41) para proteger los intereses de John D. Rockefeller y su Colorado Fuel and Iron Company mediante la supresi贸n de noticas (p谩g. 165) y los falsos reportes (p谩g. 170) convirtiendo la objetiva e imparcial agencia en 鈥渆l monopolio m谩s f茅rreo de Am茅rica鈥 (p谩g. 276). Lo que Sinclair esboz贸 en su testimonio fue el omn铆voro poder de determinaci贸n de agendas, narrativas y opiniones -la Agenda Setting (McCombs & Shaw, 1972)- que una sola corporaci贸n de medios pose铆a desde 1846. Fuerza que no se diluy贸 en el universo de las redes; sus noticas, enmascaradas por otros logos medi谩ticos, producen 35 millones de engagements (likes y comentarios) solo en Estados Unidos. Pero, antes y despu茅s, esta agencia sacrific贸 todo atisbo de periodismo objetivo whatever It means. Lo denunci贸 Upton Sinclair en 1914. Lo comprendi贸 Robert Parry en 1986.

Y, aun as铆, m谩s perdi贸 el segundo que el primero. Sinclair permanece en el imaginario social como art铆fice de un tiempo heroico donde, a caballo del viejo periodismo militante y el nuevo periodismo comercial, unos pocos escritores -periodistas, pero tambi茅n novelistas- se alzaron contra los gigantes del capitalismo para relatar las ra铆ces sangrientas de la primera plutocracia mundial. Jack London (2001), John Reed (2017) o Upton Sinclair (2012) inventaron el nuevo periodismo -narrativo, directo, intenso y comprometido- que repescar铆an otros autores en la d茅cada de 1960. Aunque no pudieron evitar el reinado del capitalismo monopolista y el colapso del socialismo americano, sus nombres no se evaporaron con las ruinas de la utop铆a porque incluso como adversarios no pod铆an ser ignorados.

No puede decirse lo mismo de Robert Parry, un joven idealista que lleg贸 al cuerpo de prensa de Washington en 1977 cuando un metodista sure帽o promet铆a que en la Casa Blanca no se mentir铆a de nuevo. Jimmy Carter dur贸 un solo mandato y su sucesor recuper贸 el estilo conspiracional de Richard Nixon contra los enemigos de siempre: los sandinistas, por ejemplo. Y fue Robert Parry quien quiso desenmascarar el entramado de ilegalidades que permiti贸 financiar la guerra secreta contra Nicaragua.

Iran-contra o el Watergate que no fue

Parry tuvo todo para ser el nuevo Bernstein. Trabajaba en Associated Press, la mayor agencia del mundo, y junto a Brian Barger, desvel贸 el esc谩ndalo que (casi) termin贸 con Ronald Reagan en 1986: el denominado Irangate, un esc谩ndalo de triangulaci贸n de fondos que Oliver North, asesor especial del presidente Reagan, organiz贸 a mediados de los ochenta para financiar, gracia a la venta de armas al enemigo iran铆, las operaciones de la contra nicarag眉ense mediante una sofisticada red de lavadores de dinero, narcotraficantes y agencias estadounidenses que inclu铆a el acuerdo secreto entre la CIA y grupos de narcotraficantes para el env铆o de pasta base de coca铆na a Estados Unidos a cambio de apoyo log铆stico para sus Freedoom Fighters de Centroam茅rica.

Y aunque parezca extra帽o, aquella exclusiva no termin贸 en la destituci贸n de otro presidente que minti贸 al congreso, sino en la renuncia de Parry al periodismo de clase mundial tras descubrir su propio muro de concreto: los editores, con Keith Fuller a la cabeza, se negaban a publicar sus textos y lo dejaban sin asignaciones relevantes para que tomara la puerta de salida. Cuando en 1988 lo mandaron a reportear la vida sexual de un candidato dem贸crata, decidi贸 renunciar. Su historia catapult贸, ciertamente, la investigaci贸n parlamentaria sobre el caso Ir谩n-Contra pero solo para terminar descubriendo, tras su paso por Newsweek, que algunos de sus editores 鈥渃onsideraban una se帽al de patriotismo no promover la destrucci贸n de otra presidencia republicana鈥

Se enter贸 as铆 que el esp铆ritu setentero hab铆a muerto. La maquinaria period铆stica que una d茅cada antes promovi贸 el disenso con los poderes constituidos hab铆a retomado el viejo estilo de la prensa capitalina so帽ado por el tecnocr谩tico Lippmann: un lugar de mediaci贸n entre 茅lites amigas donde la informaci贸n se canaliza en funci贸n de intereses mayores que el pueblo no necesita saber. Como bien recordaba Robert Parry, la CIA aplic贸 las lecciones de la guerra fr铆a en suelo americano y explot贸 las debilidades de la prensa capitalista (Sinclair dixit) para convertir los sabuesos de la investigaci贸n en periodistas empotrados al servicio de Washington. Entre el exitoso concepto del manejo de percepciones y la notoria derechizaci贸n del cuerpo de prensa, Watergate termin贸 siendo la excepci贸n a la regla.

Y as铆 fue que Robert Parry se convirti贸 en un paria del sistema de medios y termin贸 refugiado en un espacio virtual que promet铆a cambiar todo. Se llamaba entonces la World Wide Web y sirvi贸 como refugio temporal, mas limitado, para aquel periodismo de investigaci贸n que hab铆a desaparecido de la prensa capitalina cuyo camino de colusi贸n con los poderes f谩cticos qued贸 en evidencia tras el fiasco de las armas de destrucci贸n masiva en Irak.


El 煤ltimo art铆culo de Robert Parry

Esta, y no otra, es la raz贸n por la cual el nombre de Robert Parry lo recuerdan tan pocos. El olvido es el resultado, atroz pero previsible, de una prensa de coludidos que apresura, en esta nueva guerra fr铆a, su conversi贸n en maquinaria de propaganda. Por ello decid铆 traducir el 煤ltimo art铆culo que publicara en su web de periodismo investigativo Consortiumnews el mes de diciembre de 2017 Muri贸 de c谩ncer de p谩ncreas pocos d铆as despu茅s con apenas 68 a帽os de edad.

El periodismo empotrado se sigue cobrando sus deudas de sangre, mientras los j贸venes que quisieron exorcizar la guerra fr铆a en los setenta exigen, de viejos, una cruzada total contra la Rusia eterna y malvada. Parry apost贸 su escaso capital contra este nuevo macartismo y por ello no habr谩 ning煤n Spielberg que filme la hagiograf铆a del brillante reportero que luch贸, hasta el 煤ltimo aliento, por una prensa libre de esos compromisos que cimentan, una y otra vez, el camino de la destrucci贸n.

As铆 que les dej贸 este testamento que escribiera en diciembre de 2017. Porque nunca viene mal recordar que, a veces, los grandes periodistas pagan un alto precio por hacer su trabajo.
 
 
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